Una persona con buena inteligencia emocional debería ser
capaz de entender las emociones de los demás y saber cómo tratar a la
gente que les rodee y que se sientan cómodos a nuestro lado, debemos ser
empáticos para poder entender sus emociones, saber elegir las emociones en cada
momento; si ante una crítica, nos ofendemos y nos enfadamos, estamos eligiendo
muy mal las emociones, por el contrario, nos ponemos a pensar, analizamos el
comportamiento de la otra persona, escuchamos, entendemos su punto de vista y
leemos entre líneas, así nos damos cuenta de que, el problema ha sido que
nuestra prueba ofendió a él-ella, entonces ahí será mucho mejor pedir disculpas
y sugerir. No es cuestión de ceder, es cuestión de manejar la situación
asertivamente.
Las emociones en el cerebro se trata de un sistema que
está presente en nosotros desde hace más de cincuenta mil generaciones y que ha
contribuido, con éxito a nuestra supervivencia como especie. Por ello, no
hay que sorprenderse si en muchas ocasiones, frente a los retos que nos
presenta el mundo, respondamos instintivamente.
En esencia, toda emoción constituye un impulso que nos
moviliza a la acción. La emoción, entonces, significa “movimiento hacia”, y
basta con observar a los animales o a los niños pequeños para encontrar la
forma en que las emociones los dirigen hacia una acción determinada, puede ser
huir, chillar... Cada uno de nosotros viene "equipado" con programas
de reacción automática o una serie de predisposiciones biológicas a la acción.
Sin embargo, nuestras experiencias vitales y el medio en el cual nos haya
tocado vivir irán moldeando con los años ese "equipaje genético" para
definir nuestras respuestas y manifestaciones ante los estímulos emocionales
que encontramos.
La
inteligencia emocional, entre las que se destacan el auto control, el
entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse a
uno mismo. Si bien una parte de estas habilidades pueden venir configuradas en
nuestros genes, y otras tantas se moldean durante los primeros años de vida, la
evidencia respaldada por investigaciones demuestra que las habilidades
emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la
vida, si para ello se utilizan los métodos adecuados.
Autocontrol: El
dominio de uno mismo
Consistente
en el cuidado y la inteligencia en el gobierno de la propia vida;
capacidad de contener el exceso emocional. La preocupación, por gobernarse a sí
mismo y controlar impulsos y pasiones parece ir aparejada al desarrollo de la
vida en comunidad, pues una emoción excesivamente intensa o que se prolongue
más allá de lo prudente, pone en riesgo la propia estabilidad y puede traer
consecuencias nefastas.
Entusiasmo: la
aptitud maestra para la vida
Las
emociones se encuentran en el centro de la existencia; la habilidad del
individuo para manejarlas actúa como un poderoso predictor de su éxito en el
futuro. La capacidad de pensar, de planificar, concentrarse, solventar
problemas, tomar decisiones y muchas otras actividades cognitivas indispensables
en la vida pueden verse entorpecidas o favorecidas por nuestras emociones. Así
pues, el equipaje emocional de una persona, junto a su habilidad para controlar
y manejar esas tendencias innatas, provee los límites de sus capacidades
mentales y determinan los logros que podrá alcanzar en la vida. Habilidades
emocionales como el entusiasmo, el gusto por lo que se hace o el optimismo
representan unos estímulos ideales para el éxito.
Empatía: ponerse
en la piel de los demás
Capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra
persona. Diversas observaciones han permitido identificar esta
habilidad desde edades muy tempranas, como en niños de nueve meses de edad que
rompen a llorar cuando ven a otro niño caerse, o niños un poco mayores que
ofrecen su peluche a otro niño que está llorando y llegan incluso a arroparlo
con su manta. Incluso se ha demostrado que desde los primeros días de vida, los
bebés se muestran afectados cuando oyen el llanto de otro niño, lo cual ha sido
considerado por algunos como el primer antecedente de la empatía.
Inteligencia emocional para el trabajo
Una persona que carece de control sobre sus emociones
negativas podrá ser víctima de un furia emocional que le impida concentrarse,
recordar, aprender y tomar decisiones con claridad. De ahí la frase <<el
estrés “estupidiza” a la gente>>. El precio que puede llegar a pagar una
empresa por la baja inteligencia emocional de su personal es tan elevado, que
fácilmente podría llevarla a la quiebra.
Adjunto un vídeo en el que se nota la importancia de
"NO PERDER LA PERSPECTIVA". Teniendo un poco
de inteligencia emocional se aclara el objetivo, en vez de la
competencia con el otro.